Forever Young

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sábado, 27 de julio de 2013

College Love

¡Hola! 
Hoy voy a empezar a publicar la razón por la cual creé este blog: mis historias.
La mayoría de ellas son fanfics de mis series o personajes favoritos, hasta ahora no desarrollo una historia original AÚN. Sé que hay visitas, pero no comentarios, lo cual me hace preguntar por qué sigo posteando. Pero este blog es por mí, para expresar lo que no puedo, y...bueno, seguiré hasta que me canse. 
Pero... ¿cansarme de escribir? Eso lo veo difícil. 

Spencer Reid se acomodó en el asiento del aula de clases que estaba casi vacía. Como lo habitual en su no tan social rutina, no hablaba con ninguno de los pocos compañeros que estaban en esa aula. 
Spencer tuvo, en esos segundos, uno de sus repetidos momentos filosóficos. Pensó que él era muy raro, muy aparte de su  coeficiente intelectual mucho más elevado que el resto de las personas, estaban también sus gustos contrarios. Y es que no encajaba que un experto en Matemática y Física sintiera una afición tan grande por la Filosofía; no en los estereotipos, por lo menos.
Y, como tampoco encajaba en los estereotipos, estaba ella. Claro que ella no era considerada “rara” como él, para nada. Ella era conocida por todo el campus de la Universidad de Stanford como la chica más hermosa del universo, y aquella era también la opinión de Spencer. 
Ella era Melissa Salvatore, capitana del equipo de porristas de la universidad y estudiante de Criminología y sí, no encajaba en estereotipos. Ella era, más que nada, la razón principal por la cual Spencer amaba la Filosofía, pues era el único curso en el cual coincidía con ella. 

El aula se empezó a llenar a medida transcurrían los minutos y, como siempre puntual, aparecía Melissa, quien se sentaba en la carpeta en el centro del salón, ni muy adelante para no llamar la atención, pero tampoco muy atrás para atender al profesor.
No era de sorprender que Melissa fuese la única porrista en la clase. Las demás seguían el típico prototipo de “huecas” y no ingresaban a clases de Humanidades. Melissa era diferente, y esa era la razón por la cual encantaba a todo mundo. 
Ella tenía materia gris y esta la había llevado a ser la primera de su clase en los tres años que llevaba en la universidad. 
Lo que sí sorprendía era que ningún alumno de la clase le hablara. Spencer sabía que era por timidez. La mayoría de la clase –por no decir todos- eran “nerds” y no se atrevían a dirigirle la palabra a una chica como Melissa.
Spencer aún no lograba averiguar si es que Melissa también se diferenciaba de sus compañeras de falda corta por lo que había dentro de ella, por su forma de ser. Las demás porristas eran egocéntricas, despectivas, burlonas y andaban con cuanto chico guapo hubiese en el campus. 
Él tenía la esperanza de que Melissa no fuese como ellas.
La observó mientras sacaba las cosas de su bolso, era tan ordenada. Spencer sabía que debía estar sonriendo como un idiota.
El profesor llegó y así empezaba otra clase más, pero igual de hermosa que las otras, de Filosofía.
Cierto día, Spencer decidió, tal vez no hablarle pero sí, por lo menos, acercarse a Melissa. 
Se sentó detrás de ella en clase. Pudo disfrutar del aroma de vainilla de su cabello y su delicado perfume de fresas. Además, comprobó algo que ya se imaginaba: su nivel de perfección sin límites. Su caligrafía era elegante, tomaba notas de una manera estratégica para un estudio posterior, sus apuntes eran ordenados, sus participaciones era prudentes e inteligentes y, a diferencia de las demás porristas, no revisaba su celular durante clases.
Él se preguntó si podía existir alguien más maravillosa que ella en el mundo y la respuesta siempre era negativa.
Spencer escuchaba al profesor mientras meneaba uno de sus lápices entre los dedos. Fue entonces que Melissa meneó su cabello y él se distrajo y lo dejó caer. Este cayó hasta chocar el pie de ella.
Melissa no lo notó al principio pero, cuando los intentos erróneos de Spencer por recuperar su lápiz se hicieron muy desesperados, ella lo recogió y, dando un giro completo, lo miró a los ojos y dijo:
- Perdón; no me di cuenta antes, sino te lo hubiese pasado.  Aquí tienes 
- G-Gracias –se apresuró en contestar él, pues no quería quedar como un tonto
- No te preocupes –ella le sonrió y volvió a dirigir su atención a la clase
Spencer trató de volverse a concentrar en la filosofía de Kant que estaba en la pizarra y el profesor explicaba, pero el recuerdo de aquellos ojos cafés atravesando los suyos con amabilidad lograba llevar su mente muy lejos de las locas ideas de Immanuel. 
Unos minutos pasaron hasta que Melissa volvió a girar hacia Spencer. 
- Tú eres Reid, ¿verdad? –le preguntó en un susurro, tratando de no llamar la atención del profesor
- Sí –la voz de Spencer era apenas audible- Soy Spencer
- Hola, soy Melissa –ella mostró en una sonrisa sus perfectos dientes blancos
“Créeme, ya lo sé” pensó él, pero se mordió la lengua para que no se le vaya a escapar.
- Quería saber si es que dabas tutorías, Spencer –continuó Melissa- Sé que eres el mejor en Filosofía y Kant a veces me marea. Además, estoy segura de que las preguntas del final van a ser todas sobre él. Y… desaprobar no está en mis planes.
Spencer trataba de entender lo que ella le decía pero el movimiento de sus perfectos labios lo distraía. 
Cuando ella se calló, el trataba de recordar lo que le había dicho.
“Kant, final, tutoría, ¡sí, eso!” 
- Sí, Melissa, sí doy tutorías –él trató de sonreír pero se estaba poniendo nervioso- o sea, no las doy, pero…sí. Es decir… podría empezar a darlas… contigo. Lo que quiero decir es que…
Ella rió.
- Ya entendí, Spence, seré tu primera alumna
Melissa giró otra vez y quedó mirando directamente al profesor.
“Spence” pensó Spencer “Melissa Salvatore acaba de llamarme Spence” 
Y la mente de Spencer supo que, definitivamente, no iba a entender nada de Immanuel Kant en esos momentos.

J.K. Colquier

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